19/07/2018
POR ANA LUCÍA ORTEGA
Solas, entre mar y cielo, se mecen lentamente en el océano Atlántico las nueve islas del archipiélago autónomo portugués menos frecuentado del mundo, pero que atesora la mayor riqueza paisajística, cultural e histórica que se pueda imaginar. Siete siglos atrás, los mapas cartográficos las citaban y las relacionaban con la fabulosa Atlántida.
Se las llama de diversas maneras: islas secretas, violetas o verdes, desconocidas. Forman una acuarela con recursos asombrosos. La exuberancia de las hortensias tiñe de morado los paisajes, mientras los lagos formados en cráteres de volcanes extintos los colorean de añil. En las llanuras brotan las fumarolas; y cerca de las playas las panorámicas lunares. Parte de su atractivo se debe a su valiosa flora y fauna protegidas por su singularidad, al espectáculo de los cetáceos en libertad, o a las imprevistas calderas adormecidas en medio de un manto esmeralda deslumbrante.
Tal patrimonio no resulta inadvertido para los aventureros, que se desplazan cientos de miles de kilómetros para encontrar ese legendario paraíso insular que citó Platón, y Julio Verne describió en su Viaje al centro de la tierra”. Las sensaciones que ofrecen estas islas son tan genuinas, y la cordialidad de sus vecinos tan auténtica, que quien las visita regresa enamorado. Los vuelos desde Boston, Toronto, Madrid, Lisboa y Oporto, son los primeros pasos para abrir al mundo este tesoro de forma ilimitada.
El archipiélago tiene origen volcánico y se encuentra en el Atlántico norte, a tres horas de vuelo desde Europa y cinco de América. Se extiende sobre 600 kilómetros estratégicamente situados, porque las islas se aposentan en la confluencia marítima de tres continentes: Europa, América y África. Esta circunstancia lo sitúa en el vórtice histórico de los grandes descubrimientos marítimos, y lo convierte en heredero de un rico y diverso patrimonio telúrico. Los tres grupos geográficos que forman Las Azores son el oriental (Santa María y San Miguel), el central (Terceira, Graciosa, San Jorge, Pico y Faial), y el occidental (Corvo y Flores).
Las Termas do Carapacho, en Graciosa, son un balneario del siglo XIX de aguas sulfurosas, rodeado de un paisaje como para alcanzar el nirvana. La experiencia de bajar al centro de la tierra, se consigue en la Caldeira de Graciosa, con un descenso de cien metros en la Furna de Enxofre, fenómeno geológico único en el mundo por la fumarola activa en su interior. Fue el Príncipe Alberto I de Mónaco —entusiasta investigador de la oceanografía—, quien dio protagonismo a la gruta, en su primer descenso, en 1879.
En Terceira, se puede entrar a la chimenea del volcán extinto Algar do Carvão, una cámara de magma a noventa metros de profundidad, que data de más de tres mil años y asemeja un imponente mural polícromo, creado por la naturaleza. En el exterior, el paisaje está plagado de fumarolas que escupen borbotones de un humo sulfuroso, y helechos de un tamaño tan irreal como los de Jurasic Park. La visita ineludible será al mirador de Sierra do Cume para ver las panorámicas sublimes y apacibles de Terceira, que debe su nombre a que fue la tercera en ser descubierta y la primera en ser declarada “pueblo” en 1534.
Pico es la isla que exhibe la elevación más alta de Portugal. Su peculiar forma de cultivar la vid, en torno a una cerca de piedra negra, que acumula el calor del sol para proporcionar una óptima maduración, le ha merecido la clasificación de Patrimonio Mundial de la UNESCO, y ha moldeado el peculiar paisaje de estas tierras. La organización también ha distinguido a Graciosa, Flores y Corvo reservas de la biosfera.
Tradiciones populares
La temporada festiva en Terceira dura medio año. Comienza con los carnavales, únicos en el mundo. De carácter pagano, teatros populares y figuras enmascaradas que se adueñan de las calles, se diferencian de los de San Miguel, en que éstos últimos subrayan la exaltación religiosa.
Casi 70 “Imperios” de apariencia naíf salpican la isla; son altares coloridos consagrados al Espíritu Santo, reservados a las cofradías. Las fiestas del Divino Espíritu Santo duran ocho semanas, desde el domingo de Pascua hasta la Trinidad.
Le siguen las “touradas à corda” (toros a la cuerda), donde los animales son incitados a embestir tirando de cuerdas que les atan al cuello, o asustándoles con paraguas abiertos. Son espectáculos donde el pueblo baila y brinda al compás de ritmos populares.
Pese a las fiestas recurrentes, en la isla habitualmente reina la calma. El centro metropolitano escapa al sosiego insular, con el bullicio de los establecimientos que desprenden –algunos de ellos– un arcaico olor a naftalina, el tráfico a veces dinámico, y los bares colmados de parroquianos.
En Graciosa, maravilla que un pueblo inferior a seis mil habitantes vista los árboles del parque con tejidos a crochet de colores diferentes, replicando el genio colorista de Joana Vasconcelos. Igualmente impresiona ver, a vuelo de pájaro, la típica plaza de toros, edificada en el cráter de un volcán extinto.
Aventura marina y terrestre
El avistamiento de cetáceos en libertad es una de las aventuras más excitantes. Los radares para localizarlos no están permitidos porque las ondas pueden provocarles la muerte, de modo que un hombre apostado con prismáticos avisa de la presencia de los mamíferos. En Las Azores pueden avistarse hasta veinticuatro especies, solo es necesario paciencia para verles emerger de las aguas.
También el buceo es habitual, fundamentalmente en las islas situadas en el grupo central del archipiélago. Andar por los senderos, observar aves o hacer rutas a caballo, son actividades que complacerán a los amantes de la naturaleza, en las llamadas islas malvas, por la opulencia de hortensias. http://aguiaturazores.com/
En Graciosa, una de las panorámicas más privilegiadas se alcanza desde el promontorio de la sólida ermita fortificada –construida a finales del siglo XV– consagrada a Nossa Senhora da Ajuda (Ntra. Señora de Ayuda). Desde aquí se hacían los avistamientos de ballenas hasta el año 1972, cuando fue prohibida su caza.
Alojamientos
La infraestructura hotelera no está tan desarrollada como su pródiga naturaleza, sin embargo, los viajeros podrán elegir entre varios alojamientos. En Pico da Vigia, Terceira, emerge un grupo de lujosos bungalows rústicos, dispersos en medio del paisaje bucólico, que se funde con el mar. El complejo rural que gestiona el matrimonio de Bruno y Sofía, en Pico da Vigía se arraiga a la naturaleza y a las costumbres. Nada aquí debe quebrar la comunión con la tierra. Ni con el mar, que en cuestión de minutos deja de ser plácido y se vuelve impetuoso en el Atlántico. Los sabores, tejidos y materiales son, tan auténticos, como el entorno. El mobiliario es diseño del Premio Pritzker 1992, el portugués Álvaro Siza; y los cuadros de Luis Pedro Ribeiro, alumno de Enrique Valero.
Los precios asequibles y la posibilidad de disfrutar del turismo de naturaleza e histórico, convierten al archipiélago en una opción ideal para los más jóvenes que viajan con un presupuesto ajustado. Podrán alojarse en un bed and breakfast, como el que pretende inaugurar el azoriano André Leonardo, creador del proyecto “Faz Acontecer”, quien ha elegido reformar un viejo inmueble con vistas a una calle con típicas casas blancas y del lado contrario a la bahía, con ese mar que al atardecer se vuelve mercurio.
El cinco estrellas Angra Marina, frente a una vista inigualable del puerto, ofrece un servicio de calidad con el hándicap de la cuesta que precede a su único acceso. Relativamente cerca, está el Hotel do Caracol cuya situación privilegiada y el excelente servicio de comidas lo convierten en una opción muy satisfactoria. En la isla Graciosa, destacan el Resort (4 estrellas) en la capital Santa Cruz, y los alojamientos rurales en los tradicionales molinos de la isla, seculares, y rematados con un techo cónico de color rojo. Es recomendable, no obstante, contactar con su agente de viajes para un alojamiento adaptado a las circunstancias de cada viajero.
Gastronomía
Las sopas —suculentas— los quesos, los platos de carnes, pescados y mariscos, conforman los usos culinarios de las Islas Azores. En general, Portugal, es el santuario del bacalao, y como tal, es un plato “fetiche” que nunca defrauda. La alcatra es un contundente estofado de carne o pescado con verduras, cocinado a fuego lento en cazuela de barro durante horas, y rematado con un golpe de horno de leña. Sorprende una sopa servida dentro de un pan, horadado en el centro a modo de cacerola. Se culmina con la repostería típica (Doña Amelia o Queijadas do Graciosa) o simplemente con un sanísimo té verde, el único cultivado en Europa, en la isla azoriana de San Miguel. Restaurantes recomendados en Terceira: Beira Mar, O pescador, Adega Lusitánia
Datos de interés
El clima subtropical del archipiélago, ofrece días y noches de temperaturas suaves. El tiempo, sin embargo, es variable, por lo que es recomendable llevar ropa impermeable y algo de abrigo, así como calzado apropiado para caminar sobre terrenos escarpados. En Estados Unidos existen varias agencias que gestionan tours a Las Azores. Como guía podrá servir la página oficial de turismo azoriano, al margen de contactar con el agente de viajes en quien se confíe. La guía Lonely Planet ha elegido a Las Islas Azores entre los diez destinos de 2017.
Referencia: https://www.elnuevoherald.com/vivir-mejor/viajes/article214067729.html